octubre 31, 2004

La noche boca arriba

A partir de hoy pueden visitar


El blog experimental donde Juliette Magenta dibuja y traza e imagina
y Antonio Marts escribe. Ocasionalmente será al revés. Muy ocasionalmente.
P.S. y dejen sus comentarios...
Así comenzó a extrañarte:
en cada bocanada de aire
en los pasos de la cama a la regadera
en tu no olor impregnando la habitación

quiere creer que nada más te has ido de viaje
que te acompañó al aeropuerto
esa mañana
y prometiste volver

mira la partida
el frío de la mañana es ahora el frío de su cuerpo

Así comenzó a extrañarte
—demasiado tarde—
en cada libro y en cada palabra
en las risas convulsas de la calle y los besos furtivos
de las parejas sedientas

tu recuerdo es la ciudad

ahora sabe del vacío
que nada puede hacerse contra él

va muriendo
conforma tú vas olvidando
aquella historia

octubre 30, 2004

In my life / The Beatles

There are places I'll remember,
all my life though some have changed.
Some forever not for better,
some have gone and some remain.
All these places have their moments,
with lovers and friends I still can recall.
Some are dead and some are living,
in my life I've loved them all.

But of all these friends and lovers,
there is no one compares with you,
and these memories lose their meaning,
when I think of love as something new.
Though I know I'll never lose affection,
for people and things that went before.
I know I'll often stop and think about them,
in my life I love you more.

Though I know I'll never lose affection,
for people and things that went before.
I know I'll often stop and think about them,
in my life I love you more.

In my life I love you more.

octubre 26, 2004

No se que te pasa esta noche...

La mujer debe estar sentada frente al monitor de su computadora. Cabeceando tal vez. Pero el trabajo o lo que sea que este haciendo debe quedar listo para mañana temprano. El pintor reposa pero no duerme. A la distancia las palabras se diluyen en los bytes. Nada es lo que parece. Aquí espantan. Vamonos

octubre 24, 2004

Ha sido este un año de contrastes, derrotas,desánimos y pérdidas. De caer y tener que levantarse. De no ceder. De pensar por momentos en claudicar. E incluso decirlo. Pero al ver esta lista de libros, una parte de ellos ya impresos y otros por aparecer como novedades en la próxima FIl, no puedo menos que pensar que la palabra ceder debe ser pospuesta por el momento de mi diccionario. Es verdad, hay personas que parten o se retiran, pero siempre llegan otras dispuestas a aportar algo interesante, y junto a ellas las que siempren han estado y no piensan tampoco en retirarse. Gracias a todos... y espero nos visiten en la feria y se animen a comprar libros...

Tramas y líneas
Una portada de Jules Magenta con todo y viñetas...


Novedades 2004
Editorial Paraíso Perdido



Colección Cuadernos de Bartleby

La consigna y el milagro / Julio César Aguilar

Muertos sin saberlo / Elizabeth Vivero

Intermedio / Edna St. Vincent Millay / version de Isabel Jazmín Ángeles

Sé del silencio / Ana Claudia Zamudio

Cuerpo Roto / José Antonio Neri Tello

Caballos sobre el césped / José Sánchez

Figuraciones / Nadia Contreras

Geografía de pretextos / Hilda Figueroa

Con ansia enamorada / Irving Layton / versión de Julio César Aguilar


Colección Rama del paraíso

Mariposas refractadas / Papillons refractaries / Eric-Riopel / version de Isabel Jazmín Ángeles


Colección A través del espejo

El sueño del dinero escarabajo y otros poemas / Pablo Ortiz

Tramas y líneas. Muestra de narrativa de Guadalajara /
Efraín Amador, Xóchitl Ramírez y Luis Martín Ulloa
Poner punto final
la intención de estas palabras

Trazas la primera línea
sin un horizonte al frente
arrojándote al agua sin saber de antemano
lo profundo

Decir: hasta aquí

pero
cómo saber
que la historia —sin mayúscula— ha muerto

Cuándo murió que no avisaron

en qué momento —pues— se deciden los finales
que ya no habrá nuevo capítulo
y que la nueva temporada
no te incluye en el reparto

Las palabras son balas

un reflejo inexacto de lo que fue

Poner punto final
—dices,—
hoy, esta mañana…

Será inútil

por más que quieras
no serán estás
las últimas palabras
Estaba ya en el pecho esta mañana
era la avenida desnuda
y la gente paseando en bicicleta
y trotando
los fuegos de artificio que anunciaron
la partida
la transpiración de los atletas
fue la nota en el periódico
sobre el diario de viaje y la música de Leonard Cohen
el sonido rítmico de su lavadora
y el recuerdo de otro domingo
—quizá dos años antes—
en que, tal vez, —quien sabe— madrugaron
para ver amanecer el mar caribe
por que un avión los esperaba justo a medio día
la hora de partir

¿Cómo se verá
hoy
la gran ciudad
desde allá arriba?



Preguntar al vacío



No quedó de otra salvo reconocer la inexistencia de la pausa:
arrancar el sabor amargo de la boca,
los recuerdos
combustible que alimenta las llamas
y mueve sus engranes:
las ganas de vivir

octubre 23, 2004

La noche del oráculo

Cuando tengas muchas ganas de postear...
Cuando tengas muchas ganas de postear...
No te quedes con las ganas de postear...

Pues al ritmo y parafraseando aquella lejana canción de infancia comienzo hoy estos renglones. Resulta que ayer por motivos de negocios andaba por la librería Ítaca. Como el negocio se frustro, aproveche para dar una checada a las novedades de Gandhi, que no se porque, cada vez son menos novedades y menos atractivas. Sin embargo debí esperar porque al mirar uno de los exhibidores finales que me topo con esta preciosura...

La noche del oráculo

octubre 21, 2004

Quietud de distancias

Quietud de distancias
Postal de la expo de Carlos Maldonado en la Galería Ruíz Rojo

Martes por la noche. Galería Ruiz Rojo y el pintor haciéndose el interesante.Eran casi las nueve y aún no llegaba. Los meseros deambulaban con sus charolas cargadas de vasos de vino blanco que en instantes se vacíaban. Afuera de la galería nos habíamos topado con Roberto Vázquez y Rocío Coffen y también habíamos saludado a Laura, adentro ya se encontraban Héctor Javier Ramírez y Humberto López Trejo... y este intento de crónica lo terminaré otro día... de pronto ya no sé qué más decir... el sueño ha gando la batalla.
En el frío de la madrugada
nada pareciera rasgar el velo de quietud
de la noche

en la habitación
sólo ella y tú que ya no son dos
ni uno

son

lo que las manos han ido
construyendo
lo que el sudor
ha contorneado

son nada

el instante en que la luz de un auto
que pasa por la calle
es la vida que se escapa

alguien respira
tal vez duerme
todos duermen

y si recorres las cortinas
verás las estrellas en el lugar
de toda
tu vida

y te despides
porque todo el tiempo es partida
y en tu interior escuchas un llanto
y sabes que no es el viento
Es esto entonces lo que somos
lo construido

y sientes un piélago sobre ti
una ceguera
que las estrellas
y su cielo
son telón

¿de qué?
¿qué ocultan?

alguien suspira en la cama
y las campanadas lejanas de un templo
interrumpen la virginidad de la noche
en el aire descargas eléctricas
pasas la mano sobre él y sientes el fluido;
un perro aúlla; una botella, ebria,
que rueda y estalla
en fragmentos de sueños olvidados

a mitad de la calle
un náufrago
cierra su bragueta y sacude sus instintos

la noche desflorada
y un cuerpo
desnudo

que no es un cuerpo
ni es un nuevo continente
e ignoras que
sea
no sabes su nombre
no
sabes

no sabes
y en tu desesperación olvidas
las palabras
y sin ellas eres nadie

y quizá sólo así podrías RE nombrar todo
pero el olvido
y el telón de estrellas
y el náufrago que camina tambaleante
y el transformador y su ruido vibrante intenso
y un sonido prístino de palabras
y una voz, y un suspiro

las manos que buscan en el vacío
el calor
y vuelves a la cama
a intentar ser

a encontrarte

octubre 19, 2004

Tu cuerpo se duerme a las once
de la noche
Se mira en el espejo
y se muestra a disgusto con las ropas que le has puesto
Reposarás entre almohadas
y cobijas
con las manos apretadas
y tu sexo húmedo
Si esa habitación hablara…
En la sala el ronroneo del gato

una gota de agua intermitente sobre el piso

La luz
de luna llena

y una pincelada de azul y plata

en los mosaicos
del piso

octubre 17, 2004

Las flores

No sabe con que oración debe comenzar. A pesar de que la escritura es su medio, escribir le ha intimidado siempre. La leyenda de la página en blanco. Hace apenas unas horas intento traducir un poema no muy conocido de Mallarmé. Desistió y volvió a una lectura ya antes pospuesta de un libro de Auster. Él podría ser simplemente A. Pero las letras ya se han usado mucho para nombrar personajes. Mejor así. Sin los nombres. Nombrar es conocer. Clasificar. Se siente aún desconocido e imposible de clasificarse. Ha tenido que pasar el día encerrado en el apartamento. Un resfriado sorpresivo. La ventana abierta y el desnudo en la cama. La tormenta que lo había dejado incomunicado: sin cable, sin internet. Al principio supuso que sería un buen momento para acomodar los muebles de la casa. Ya se sabe mover los sillones, los libreros, colgar la ropa en el clóset, desaparecer las montañas de papeles, periódicos y revistas arrojadas en cualquier parte. Desistió cuando el mareo de los medicamentos lo llevó a la cama. Hacía tanto que no enfermaba. Sus vecinas, madre e hija discutían, sus voces murmullo apenas atravesaban el muro que dividía las habitaciones y llegaba hasta él. En la calle se escuchaban voces de la gente que pasaba tres pisos más abajo. La droga de los medicamentos aguzaba sus sentidos. También le daba sueño.
     Cuando abrió los ojos y medio levantó su cuerpo encontró un libro con ilustraciones de Edward Hooper. Mientras lo hojeaba pensó que así eran sus recuerdos. Imágenes de apariencia real pero que se iban difuminando en la irrealidad. Mucha luz eso sí. Siempre poca ambientación y la sensualidad del deseo siempre presente. Los cafés y los grandes ventanales, las carreteras y las vías del tren, casas de varios pisos en lo alto de colinas desnudas. La que era su mujer sentada en la cama mirando hacia el frente mientras el viento sacude sus cabellos.
     Había abierto su muy particular Caja de Pandora de la cual no salieron los temibles males que habrían de azotar a la humanidad, tan sólo los recuerdos, las imágenes borrosas y cambiantes de su pasado: las cartas escritas a manos y sus respectivos sobres, boletos de avión de alguno de los tantos viajes hechos juntos, entradas al cine de aquellos filmes que los habían cultivado, una lista de libros leídos y fotografías, muchas fotografías donde siempre aparecía ella, así, de frente, mirando ¿al futuro?

Algún día montaré una exposición con tus retratos le dijo una vez. Ahora sólo esboza una sonrisa irónica mientras se limpia la nariz con un pañuelo. Escuchó el sonido de un carrito infantil con ruedas de plástico arrastrándose sobre la banqueta, el paso de un camión en la avenida, lo único que no contempló o fingió ignorar fueron los cuadernos de notas sobre el escritorio. Ahora tenía a las fotos pero ya no a la musa.
     A su mujer la había conocido por casualidad, como son todos los encuentros, cuando lo invitaron a trabajar en una revista de literatura. Pero no fue hasta un encuentro inesperado al cruzar sus caminos en el centro de la ciudad que las cosas cambiaron entre ellos. Sabe que es ociosos detenerse a pensar en el porque de los encuentros, en las razones que los llevaron a toparse en esa esquina aquel día. Él venía de jugar futbol y andaba con los tenis rotos y el cuerpo sudoroso. Ella por el contrario radiante de la escuela de inglés. Y se quedaron platicando has que anocheció y la chica tuvo que volver a casa a toda prisa para arribar antes que sus padres.

Esa esquina, testigo del encuentro que cambió el rumbo de sus destinos ya no existe más. Ha sido remodelada, e indudablemente, le parece, ha quedado hermosa, incluso mejor que antes, pero ya no es la esquina de ambos. Así también se ha ido transformando la ciudad y sus recuerdos a la par de su vida. Edificios derruidos para alzar otros nuevos, esquinas hoy ocupadas por tiendas de autoservicio, árboles que faltan en el paisaje de alguna cuadra, personas que han ido muriendo dejando un vacío imposible de ocupar. Ha descubierto que muchos de sus amigos han olvidado lo que antes se levantaba orgullos en ciertos puntos de la ciudad. No hay memoria urbana colectiva. Le sorprende lo veleidosa que es la memoria.

Recuerda también su horror a los hospitales. El olor a desinfectante y las frías paredes pintadas de blanco, azul o verde. La sensación de pérdida, la energía que roban. Y piensa en los enfermos tan cercanos que nunca volvieron a salir de esas paredes. En los lechos donde la miseria humana se desnuda. Y piensa en la que era su mujer. En la palidez de algunas tardes. En los desmayos. En la compañía mutua en la enfermedad y el desánimo. En las tardes de lluvia y los truenos. En el sillón de la sala de la casa de ella. En la carretera y el sonido de la música y de su voz: ella cantando. Cierra los ojos. Aún así la luz que entra por la ventana le molesta. Cara para un lado o para el otro. Por muchas noches en su infancia dormir fue una tortura. El asma. La fiebre. El silbido en el pecho y la falta de oxigeno en los pulmones. El penetrante olor del vaporup y los periódicos en el pecho. Los menjurges de cebolla, miel y limón. El elixir mágico y dulce que era el ventolin que adormecía el silbido del pecho. La lucha nocturna contra la muerte. Cada bocanada es una victoria sobre ella. Contar la vida a partir de los sueños cumplidos y los ya inalcanzables.

La primera vez que hicieron el amor fue en casa de ella. Era un continente nuevo. Un país de tierras prometidas y frutos enormes y dulces. Un país que se fue conquistando cuerpo a cuerpo, cada batalla, cada mano, beso, mirada... ir descubriendo las palabras y las no palabras. Los gestos, la escritura de ida y vuelta. El despegue y el retorno. Suspiros y jadeos. La primera vez que hicieron el amor lo decidieron mientras estaban sentados bajo los arcos de un antiguo edificio. Era el comienzo de la primavera. Sus actos siempre colmados de extraños simbolismos. Ambos lectores de Saint-Exupéry: comprendían la importancia de los significados.

Se durmió un momento y al despertar reflexionaba que quizá sus notas carecieran de sentido. Líneas garabateadas en un cuaderno maltratado. Quería contar una historia y tan sólo tenía instantáneas. Pero y qué si cada instantánea ya es en si misma una historia. No puede aspirar a más. Retazos apenas. Donde quedaban pues los buenos relatos. Esas cajas chinas. Esas muñecas rusas. Esos instrumentos de relojería. Ignoraba si sus letras eran literatura. Volvía a cerrar los ojos. Ella de cualquier manera ya no vendría.

Tomó el teléfono por un impulso irracional y marcó el número de la casa de ella. Descolgó el teléfono la madre. Ha dicho que se estaba bañando.

La memoria, entonces, no tanto como el pasado contenido dentro de nosotros, sino como prueba de nuestra vida en el momento actual. Para que un hombre esté verdaderamente presente entre lo que le rodea, no debe pensar en si mismo sino en lo que ve. Para poder estar allí, debe olvidarse de sí mismo. Y de ese olvido surge el poder de la memoria. Es una forma de vivir la vida en que nunca se pierde nada

Ha vuelto a marcar. Espero con el auricular en la oreja seis, siete timbres. luego el buzón. Así ha venido desapareciendo de su vida. Esfumándose. No más esquinas. Había imaginado que ella respondería y tendrían alguna plática más o menos amable, lo que en verdad le importaba era seguir escribiendo sus notas mentales. Que ella ignoraba. Y aunque su protagonismo era innegable finalmente la película habría de concluir. Toda historia termina al comenzar la siguiente.
     Nada que decir realmente. Cerrar los ojos y percibir el mundo. Cada sonido aumentado varias veces, la luz más incandescente, las texturas increíblemente a flor de piel.

Despertó con el recuerdo de una canción cuya melodía no podía olvidar. Esbozos de la letra. «Esa es mi favorita» había dicho ella alguna vez. Las flores. Tenía meses sin que ese disco sonara en el reproductor. Porque no solo era esa canción sino el disco completo el que marcaba el rumbo de su historia. En toda historia de dos hay libros, frases, viajes, canciones. Qué sucede con todo esto. Cómo se van transformando. ¿Sucede acaso lo mismo que con la ciudad? Esa esquina inmortalizada por el cuadro de un gran pintor existe sólo en ese lienzo. Los recuerdos reposan en un nicho inamovible. Hace apenas unos días había descubeirto el perfume de un amor más juvenil en el cuerpo de otra amiga. Recordo el aroma más de momento no el origen. Días después recordo la razón. Había seguido pensando en ello a pesar de los pendientes diarios. En un background mental.

No dejes que amanezca, no dejes que la noche caiga, no dejes que el sol salga, sólo déjame estar junto a ti.

Y por un momento piensa o se pregunta, la vida es una pregunta, en la manera en que la gente va atesorando sus recuerdos y que quizá cada vez que se cuentan aunque sean distintos es la única manera de no perderlos del todo.

Y la mira sentada en la mesa del café mientras hablaban. Más un monólogo que un diálogo. Él enamorado de la imagen de su pasado. Ella escuchando y negando con la cabeza. Pensando en las calles de esa ciudad fantasmagórica. En las flores mencionadas en una canción pero que el relacionaba con un cuento de Cortázar. En un mercado de flores en pleno centro de aquella ciudad. Y cuando volvió descubrir que las flores del cuento no eran del cuento. Porque las flores del cuento las llevaba una muchacha que viajaba en un camión en Buenos Aires. Y ella aún negando con la cabeza. Soy otra. Él lo sabe, pero no quiere arrancar una nueva historia. Él había partido. Ella se quedó. Cerraba los ojos. Y por más que buscaba un algo no específico para recordar o asirse no encontrar nada: una voz en el buzón telefónico, el disco en el librero junto con todos los demás, unas tijeras cortando un pedazo de tela, las fotografías donde nunca él, las cartas y los nombres secretos, las frases de Saint-Exupéry. El jadeo en el pecho. Las noches de infancia y las tías. La cama de ella. Sus brazos. los gatos, un sillón. El mar transparente. Su temblor. El encuentro en aquella espuma. Cerrar los ojos. Avanzar, avanzar por el corredor oscuro. Hasta el fondo.

octubre 15, 2004

Mira:
y extendiste los brazos
para enseñarme tus muñecas
desnudas

herrumbrosas
con un parche sanguinolento y la cinta
un tanto floja
y apretando

apenas el dia anterior
habíamos desayunado en el CAfé Madrid
o en el Sanborns

y pensé entonces en la historia
en el comienzo y en la degradación
que fue el paso del tiempo

de la duda a la felicidad dolorosa
y entonces el reclamo

guardar silencio

porque en el silencio
se piensa que se aclaran las ideas

el silencio sólo nos confunde más


es el blanco de la ausencia


la ausencia


marcada en tus muñecas

esperanza perdida

veces después —en el futuro—
peleamos cuerpo a cuerpo
batalla diaria
del lado de la muerte hacia la vida

recuerdo entonces una mañana
rumbo al bosque
con el calor del verano
o acaso primavera ardiente

detenerse a recuperar el aliento

verte salir a la sala de espera
con el brillo de los santos
en tu cuerpo

octubre 13, 2004

El talento de...

Figuraciones, de Nadia Contreras
Las ilustraciones de la portada son de una conocida de ustedes, Jules Magenta

En busca de... ¿qué?

I. Orgullo Culturoso
Platicaba el día de ayer con Vil Capote sobre una extraña campaña de desprestigio contra la gente que esta metida en la cultura. Sin tamiz de ningún tipo se mete de todo en un conjunto nombrado “los culturosos”. Entre muchos epítetos más se les tilda de borrachos, de la trasnochada izquierda, pesimistas, tercos… etcétera. Supongo que debe haber de todo, como en la viña... como en cualquier sociedad. Pues bien para no hacer el cuento largo, lo que decidimos en ese momento de emotiva plática fue que teníamos que hacer algo para reivindicar el nombre de la gente que en verdad le interesa la cultura. No nos parece acertado, ni justo que nos metan a todos en una clasificación tan macuarra, porque sucede que en el mundo de la literatura, del arte, hay tanta diversidad como en la sociedad misma. Hay snobs por supuesto, divas, famosos, amargados, los genios que nadie ha descubierto, y la gente normal, que se toma el trabajo cultural como cualquier otro, como el del carpintero, el maestro, el vendedor, o el burócrata, el chofer, etcétera. Así que desde aquí estás líneas destinadas a todas esas personas que han hablado sin saber del todo del tema.

II. Motín en La Bounty
Día de tensión. De preguntarse porque las cosas irremediablemente avanzan sin detenerse hacia un invisible vacío. Reflexionar en el ayer y el ahora. En el estar arriba o abajo. La precipitación del tiempo. “Que los besos negados María ya no regresarán”. La seriedad en los rostros. Subir de la tribuna privada a la semipública. El cansancio de los proyectos. El abandono de los amigos. Y el efecto domino que no perdona. ¿Qué edificios de mi vida quedan por venirse abajo? A esto poco que me queda me aferro. Quizá una luz. Miedo a la luz. Pero soltarse. E increíblemente en medio de tanta turbación cómo le hicimos para en un año publicar diez títulos. Las cosas y su propio peso. El peso de ¿mi derrota? Tú sonrisa es una flecha cortante que me arranca la piel. Tus palabras cargadas de veneno. Contener la furia porque la furia no… Explotar. Mejor dicho implotar, porque todo hacia adentro se consume… se busca… gente que sienta la camiseta… este capitán antes que hundir con su barco, lo hundirá por sus propias manos. Porque los marineros han desertado. Y no, no han sido las sirenas… es tan sólo que el ronroneo del mar ya los cansó.

III. Mejor se hubieran quedado en la tienda
Y luego pensar en las palabras, en el papel, en las emociones que se necesitan para mover el dedo de la persona amada. Mirar ahora: Veo, veo: ¿qué ves? Lo que ya no exisate. Existió. En tu altar quizá aún queden mis recuerdos. Cenizas arrojadas a…. (ilegible)…. En fin que luego uno se pregunta, dar todo para esto… para esto… para esto…

octubre 09, 2004

Hoy me siento...

Ebrio, cansado, con sueño, vacío...

octubre 07, 2004

Compaginando...

Hace un año, más o menos, la carretera se extendía frente a nosotros, frente a la noche. Ahora mientras escribo ella viaja. Va llena de dudas y temores. Nerviosa. Apretándose las manos o las piernas. Escuchando música. Su múscia. Su canción. Mirando el paisaje. Y en cada caseta que pasa ha dejado un mensaje. Va a la gran ciudad a enfrentar sus fantasmas. Su certeza es la incerteza. Es eso lo que le va abriendo caminos. Para mi aquel viaje termino en desastre. En un retorno antes de tiempo, como desesperado con destino a casa. Cosas del olvido. Que uno quisera no archivar en la memoria pero permanecen.

Caer en un bache. Quizá esa es la manera de describir mi vida en estos momentos. Etapas en las que por más que uno se esfuerce es un problema trás otro. Pero ya viene el otoño. Ya paran las lluvias. Y como dicen... para lunas las de octubre...

Y hablando de noches otoñales, hace unos minutos por primera vez desde que vivo en este departamento, mal llamado La torre, salí a sentarme en la pura entrada mientras el fresco del otoño refrescaba mi acalorado rostro. Los enormes árboles de enfrente agitaban sus ramas de manera deliciosa. En el cielo nocturno enormes nubes (de pesada apariencia) se movían con contradiuctoria rapidez. y yo pensando: ¿por qué demonios no había venido a sentarme aqui en tanto tiempo.

Dije que no a la gran ciudad. Yo quería ir para enfrentar a mis fantasmas. Pero mis ellos pernoctan en mi casa. Son mi sombra. Y el libro de José Sánchez, poeta cubano espera en el restirador gritándo por ser compaginado. No hay mucho tiempo. Le he pedido a mis amigas ayuda. Algunas han dicho que si. Otras que no. Es cansado pero al mismo tiempo redescubro el encanto que me da seguir el proceso completo de la impresión de un libro.

Caballos sobre el césped, de José Sanchez
Las imágenes son del buen amigo y pintor Carlos Maldonado

A pesar de todo y de todos aquellos que se empeñan en que no, hay Paraíso Perdido todavía para rato...

Mucho qué decir y poco tiempo...

El Comandante Jiménez amenaza con demandarme o mínimo ponerme una madriza si no termino su historia. Veremos que se puede hacer al respecto... ¿huir?

Para los que no conozcan la historia de este blog, pueden visitar los viejos archivos en Los Detectives Salvajes