febrero 08, 2005

Retazos de una noche en el "Lost Highway"

¿Y si comenzara hablando de la felicidad?
Roberto Bolaño

Es poco más de medianoche. Ha leído lo que L. y Ella han escrito en sus bitácoras. Lo habían prometido. Sabe que F de T y T de F no tienen blog y no lo harán, y espera que el buen Comandante sí lo mencione en su respectivo blog. Piensa, mientras sonríe amargamente con cruda moral, en una historia que bien pudo llamarse “La comunidad del alkol”.
El destino es el que une a esos grupos tan diversos: a los corresponsales de La voz de la esfinge originalmente en Chiapas, después Barcelona, más tarde Francia, y de nuevo en Guadalajara. A las Trovadoras dark (oscuras dice L.) y su par de éxitos musicales “Lloverá, lloverá” y la “Mala del cuento (a dúo)", al comandante y a su novia LL con todo el poder de su amor y su música, y a Jeff que estaba por casualidad. Piensa en MG que escapó antes y se la perdió aunque tal vez no lo lamente. Lo escrito ya es pasado. Hasta las ganas de más alkol. Hasta la deshidratación. Hasta el recordar en flashazos y desconocer la mayor parte. Quedarse en la postal de Lost Highway pegada en la pared, en la calle la bruma y en un auto que se mueve sólo por las palabras de quienes lo rodean. Y sin embargo el principio se remonta al jueves, a la llegada inesperada de los Fnzs a ese domicilio mimetizado de Reforma y Mezquitán. A la aparición sorpresiva, aunque sabía que ya tenían días, semanas en la ciudad (desde los tiempos de OG, si mal no recuerda), de los corresponsales. Al intercambio de saludos y la promesa de encontrarse el fin de semana. Recordar que los tiempos de OG seguían vigentes no solo por los fnzs. En el concurso de cuento del que había sido jurado el ganador había estado en su casa alguna de aquellas noches de pláticas poéticas y de preguntas al respecto de Bolaño. Que la chica de la minifalda negra que atraía su mirada, inevitablemente, también había estado esa noche y era la novia del ganador. Un correo para festejar. Pero también la invitación de N para ver una película de Tim Burtón en un bar tolerante. La cita en el Molachos. La cita en el Butterfly. En el Butterfly la película que empieza con retraso. Él que escapa. En el Molachos nadie de los ganadores. Nadie del séquito. A lo lejos la amiga de V la estilista que habría de encontrar horas después tan sólo para decirle que la había visto en aquel bar. LC comentándole en el celular de la fiesta homeless sin darle la dirección exacta, así al vuelo, como no queriendo invitarlo. Retorno a casa. Mirada al celular. Duda. Marcar. Lu responde del otro lado de la línea. Sorpresa. Saludos. Se encuentra en Zapopan y lo invita. Duda. Al final acepta. Problemas de estacionamiento. Andador vacío. Al final el abrazo y el saludo y la historia que ronda toda la noche. Leyenda urbana. Si orinas en la carretera, no te pongas frente al auto. Las consecuencias son imprevisibles. Risas y burlas. Salir de ahí a la 1 de la mañana. Buscar la fiesta homeless. R y M están ahí e informan del sitio. Más caras conocidas :LC, V y sus amiga. “Te ví hace unas horas en el Molachos”. Música industrial. El Comandante disfrutaría ésto. Escapar a Montevideo y Américas. Casa enorme y derruída. Psyco. Ya no hay cerveza. Regreso a con los Homeless. Quedarse hasta las seis de la mañana. Recordar la llamada de Ella. El Mensaje de Ella. “Hay que ir por L a la central” Y él piensa en el aeropuerto. Todo el tiempo. Ahora le parece extraño que fue uno de los últimos en manejar ese auto antes del accidente. Ella triste. Ella con frío. Ella sensible y llora. Le regala un chocolate pero no es suficiente. Llora y lo niega. Como siempre, se desespera. Él y su puto corazón de piedra. Despotrica contra las mujeres. Y de pronto aparece, como el auto que por pocos centímetros nos lleva y no habíamos visto, con una endiablada sonrisa de chica buena pero capaz de las maldades más deliciosas de la vida, en los labios. Y el día se compone a pesar del frío. Ella sonríe. Ya no llorá. Necesitaba esa sonrisa. Alguien a quien aferrarse. Él sólo escucha. Maneja. La vía rápida es de sus calles favoritas. Vuelve a casa. A su torre. Se despiden sin saber si habrán de volver a verse. Llega a la cama. Intenta dormir y medio lo consigue. Apenas un par de horas. A las 10 se despierta para llamarle a J. pero no la encuentra. Los Fnzs son esperados a las doce. Se mete a bañar. M. Llega puntual y Jeff abre la puerta. Platican. Cuando sale del baño ellos ya se han conocido. Hablan de literatura. De la escaramuza en “La isla de mezcala”, de los diferentes retos a duelo y de cómo nadie consiguió padrinos. Literatura y compromiso. Hasta de los globalifóbicos. Posturas encontradas. Luego llega T, después, la señora del aseo. También el hambre. Ordenan una pizza en Angelo y van a La Europea por unos tintos. Al regresar MG los saluda en el sillón. Jeff ha tenido una idea semejante. Recuento: una pizza y cuatro tintos. Hablar y hablar. MG se tiene que ir. Los demás siguen. Mensaje de Ella pidiéndo su DVD. Quieren ver una película de título poético. “Eterno resplandor de una mente…” responde que si quieren ir le parece perfecto, pero que en la sala están departiendo agradablemente y tendrían que verla en la habitación o llevarse el aparato a su casa. F de T invita al Alloha, el bar de su cuñado. Me gustaría invitar al Comandante, dice. Teléfono. Hola, en veinte minutos estamos con ustedes. T de F duda. Tiene una fiesta de quince años. Finalmente cede, los alcanzará más tarde en el bar. Le avisa a Ella que podrá ver la película sin problemas, se van de fiesta. La casa donde pernoctan los Fnzs esta en camino a la casa del Comandante. Un mensaje de Ella. Choque. Le llama. El golpe y nada más. Ambas bien. Problemas a la vista. A tres cuadras de la torre. Cuando llegan el seguro ya está ahí. La tipa del otro auto parece autista. Las mira de negro. Combinadas. Lucen radiantes. A pesar de la tristeza en una y el desconcierto en la otra. El papá y la familia. El abuso del seguro. El silencio de la dueña. El desprecio. La distracción que cambia las cosas. El ángel que se distrae un momento. Pasar del tiempo. Los amigos y su garganta que se seca. Ultimátum del seguro. Ultimátum. Ultimátum. Nos vamos. Dejarlas ahí. Una última llamada y se suman. Ya no su fiesta. Ahora la nuestra. Llegar. Alkol para todos. Una pausa de minutos. Un brinco en el relato como el brinco en su memoria. ¿En qué momento cruzar la línea de la coherencia? De pronto todo es un túnel sin salida. Levantarse de la mesa y trastabillear. Mirarse en el espejo y repetirse que ya ha tomado demasiado. Estática. Nubosidad. Niebla. Abrir la puerta y comenzar a caminar. Nada. Negrura. Las manos de varios que lo levantan. Un futbolito de mesa. Él y el Comandante. Los golean. Desmayo. Negro. Sus manos al volante. Sabe que ha repetido que no lo dejen manejar. Pero lo dejan. La reversa. La postal de David Lynch. Lost Highway. La avenida que se cierra y es un túnel largo. Estrecho. Y la nada... Abrir los ojos. Todos en su habitación. La computadora de los ojos azules. De nuevo la nada. Y al despertar Ella a su lado pero lejos. En la sala el Comandante y LL, apenas si los saluda. L en la sala. Los Fnzs se han ido. Frío. Sed. Y el dolor de Cabeza. En las miradas de los demás descubre que algo ha hecho. Nadie reclama. Más tarde las preguntas e ir armando la noche a través de fotografías perdidas. De retazos de los otros. Ir descubriendo un camino muy diferente al que vislumbró frente al espejo del baño. El alkol y la caja de Pandora. Imaginar el coqueteo con la muerte. Prometer no repetirlo. No. Pero las promesas no bastan. Y el día largo. Perderse de nuevo. Despertar. Las trovadoras Dark. Ella que lo mira extraño. L no dice nada. Pero lo huele, lo percibe. Apenas caminar. Más retazos. Más cuentos increíbles. “Eso no es posible”. Negarlo. Y a pesar de todo, las sonrisas de ambas. Dormir. Llorar en silencio.Leer. El pasado, Alan Pauls. Su historia. La mente que se queda sin recuerdos. El cliché de las despedidas. Incertidumbre. Hambre. Messenger. Ella ha vuelto y L. aún no parte. Lo invitan a cenar. Y él las acompaña a la terminal de autobuses. L se va, Ella se queda. Somos peatones del destino, piensa. Tiene miedo… “¿Y si comenzara hablando de la felicidad?”.